Tras un nuevo Gran Premio de MotoGP en el que he tenido la fortuna de estar entre bambalinas… Quería escribir en voz alta acerca del brillo que rodea a los pilotos, de esa aureola que les acompaña en su andar por el paddock.

Me apetecía escribirlo por dos motivos. El primero porque ya hacía tiempo que no escribía en mi blog y lo echaba de menos. El segundo porque creo que tiene un trasfondo de marketing mix, en concreto de la P de producto.

Una vez te pistolean tu pase, ya estás dentro. Has entrado en la ciudad de MotoGP, en ese pueblo donde se conocen todos, como un barrio de tu ciudad. Con sus casas, sus buzones, está el panadero, el charcutero, la lavandería, los niños que juegan con sus bicis, los que juegan al fútbol… Y sus estrellas. Todos se conocen, a sus padres, a sus hijos, sus novias…

Me da igual que estén delante de un photocall hablando ante las televisiones, que se bajen de la moto y se metan a su rincón a hablar con el ingeniero o que se estén comiendo un plato de pasta en el hospitality con el resto de invitados del equipo. El brillo, a los pilotos, les persigue.

Si te juntas mucho a ellos físicamente y te giras 360º siempre hay miradas, cámaras de fotos o personas esperando que les firmen. Son ídolos.

A veces pienso que ni ellos son conscientes de esa aureola. Sólo viven en ese pueblo en el que llevan creciendo años y gestores de marca, jefes de prensa, etc. les guían en todo lo que no es montarse en la moto.

Dudo si son ellos o son mis ojos, pero de verdad, brillan de forma especial.

Y es probable que la mayoría de las veces los patrocinadores se vuelvan locos buscando lugares, colores o packaging donde ubicar su marca. Cuando en realidad pienso que lo realmente importante no es el fin, sino el medio.

Deja un comentario